Premonición desde la Orchila
La pernocta de Nicolás maduro en la isla la Orchila ha generado una serie de rumores acerca de una salida de fuerza. En efecto, una fuerza multinacional liderada por los venezolanos que hemos sufragado por el cambio de régimen entraría con facilidad a una operación de extracción en la isla de la Orchila, con el beneficio de pocos daños colaterales. También llegan recuerdos de Hugo Chávez durante el año 2002, quien desde allí planificaba huir a Cuba y sin embargo fue traído de regreso a Caracas. Iván Simonovis relataba sobre el punto número diez de un plan de Diosdado Cabello, en el cual el régimen abandonaría la capital momentáneamente y regresarían, pero al parecer él está infiltrado y descubierto. Ello no ocurriría si Caracas es tomada, sería el fin del régimen, pues los efectivos militares y policiales estarían hartos de seguirlo manteniendo. Los operativos militares y policiales en Caracas requieren cada vez mayor número de efectivos. En días recientes pude contar aproximadamente cien efectivos en una vulgar alcabala móvil, de una transitada avenida, cuando dichas alcabalas móviles en tiempos de paz suelen contener de cinco a diez funcionarios. Lamentamos el secuestro de Edwin Moya, del equipo de seguridad del Comando con Venezuela, cuyo suplicio se suma a los miles de injustamente privados de libertad diversos centros de reclusión política.
El discurso de fuerza será preponderante durante las próximas semanas y meses, ya que la ruta electoral ha sido absolutamente clausurada. El Consejo Nacional Electoral no tiene intenciones de abrir el registro electoral permanente en el exterior, y las condiciones electorales abundantemente denunciadas por la comunidad internacional nunca serán satisfechas por el régimen, según confesión explícita de Jorge Rodríguez, Diosdado Cabello y demás usurpadores renuentes a desocupar. Es importante recordar a la militancia del chavismo que son unos perdedores, que no lograron aglutinar votación suficiente para que su candidato presidencial pudiese ser reelecto, que están incurriendo en complicidad con fraudes electorales, y que la justicia vendrá a por ellos si siguen defendiendo a los tramposos que tienen por jefes. A los activistas de partidos autodenominados de centro, que colaboran con el régimen y que obstruyen los esfuerzos de la oposición mayoritaria para cobrar el triunfo de Edmundo González Urrutia, les recordamos que si desean constituir oposición a las nuevas fuerzas vencedoras que próximamente se instalarán en el Palacio de Miraflores, no les quedará más remedio que buscar alianza con el chavismo para obtener un bloque minoritario relativamente significativo. Será interesante que nos expliquen cómo lograron camuflarse dentro de la oposición durante tanto tiempo, para luego posicionarse con un régimen represor de derechos humanos bajo la trillada excusa del antiimperialismo.
La ciudadanía venezolana masiva y mayoritariamente votó por las tarjetas de la MUD, un Nuevo Tiempo y Movimiento por Venezuela para lograr un cambio de régimen sustancial, y apoyar el tipo adecuado de salida que nos lleve hasta el final. Han transcurrido dos meses desde las elecciones presidenciales y aún faltan tres meses y dos semanas para la toma de posesión del presidente electo Edmundo González Urrutia el 10 de enero. Nicolás Maduro no será juramentado como presidente de la república y deberá hacer otra cosa con su vida, muy lejos de la política, siempre y cuando coopere con las nuevas autoridades. De lo contrario será objeto de diversas órdenes de captura que sucesivamente se van gestando, gracias a nuestra querida comunidad internacional.
Una vez liberada Venezuela la lucha continuará, pues ese no será el final. La presencia de Edmundo González Urrutia en España ha desatado la lamentable crisis política que adolece la madre patria, con un sanchismo emulando al régimen de Venezuela bajo la asesoría de Zapatero, y una coalición entre el partido Popular, Vox, los catalanes y canarios deseosos de liberar a España de la corrupción. Igualmente es necesario que Venezuela le dé una estocada final al oprobioso régimen cubano, que tiene casi un siglo oprimiendo, reprimiendo, encarcelando y exiliando nuestros hermanos cubanos, quienes no conocen la vida en libertad y sin embargo la quieren descubrir. Nicaragua y Honduras que son fronterizos con El Salvador y Costa Rica tienen la percepción que la libertad es posible en territorio centroamericano, siempre y cuando las protestas y deseos de cambio lleguen a buen término. Hace relativamente pocos años la presidenta de Bolivia Jeanine Áñez comenzaba el proceso de recuperación de Bolivia, de un nefasto estado plurinacional racista de hegemonía indígena. Lamentablemente la imposición de socialismo y comunismo ha bajado. El progreso económico en Bolivia hoy observa la lamentable pugna entre Luis Arce y Evo Morales para demostrar cuál de ambos es peor.
La libertad es un concepto muy querido por los venezolanos desde los tiempos de la independencia del reino de España, hace más de dos siglos. Como la historia es cíclica, los venezolanos nuevamente tendremos la responsabilidad de libertar no solo a Iberoamérica sino también a España. Contaremos con el apoyo del Parlamento Europeo, que vota resoluciones a favor del reconocimiento de Edmundo González Urrutia. La decisión del soberano europeo está representada en sus parlamentarios continentales. Nos quedan los meses de octubre, noviembre y diciembre para despejar al mundo. Los venezolanos saldremos de este régimen y los tibios se tendrán que definir: si a última hora acompañan a los libertarios y se arrepienten de haber colaborado con tanto ahínco por una causa perdida, o si podremos reasignarlos formalmente a un oprobioso pasado que muchos no querremos recordar.
La comunidad internacional deberá ajustar el enfoque en la lucha, contra los regímenes controlados por la delincuencia organizada. Aún cuando el caso más mediático es el de Venezuela, necesitamos desempolvar la lucha por la extracción del régimen cubano. La dictadura castrista funciona como metrópoli, cuya colonia de oro es Venezuela. Es la que se encarga de la seguridad del régimen de Nicolás Maduro, ya que el dictador local no confía en militares venezolanos que votaron por Edmundo González Urrutia desde hace décadas. Venezuela ha enviado diariamente barcos contentivos de crudo, en pago por los servicios de espionaje y educación criminal que ha proporcionado ese nefasto régimen cubano a sus discípulos en Venezuela, y más recientemente en Colombia, Brasil, Bolivia y Nicaragua. Es denigrante observar como varios presidentes latinoamericanos, incluidos el de Chile y el de Guatemala que parecían repudiar a Nicolás Maduro, se abrazan fraternalmente con Díaz Canel quien es el heredero del castrochavismo cubano. Díaz Canel viaja en aviones modernos matriculados en Venezuela, y nuestro país no recibe ingresos por alquiler de dichos activos. Es necesaria una guerra de la independencia del siglo XXI contra el imperialismo cubano. De nada sirve que la comunidad internacional se enfoque exclusivamente en Nicolás Maduro, si no efectúan esfuerzos para derrocar definitivamente la tiranía matriz que opera en la Habana, Cuba.
La comunidad internacional debe exigir elecciones libres, condiciones electorales, respeto a los derechos humanos, libertades económicas, y castigar los crímenes de lesa humanidad que ha cometido el régimen cubano: en múltiples revoluciones en América Latina y África a lo largo de las últimas décadas. Los movimientos de izquierda son cómplices de la dictadura cubana, y la toman como ejemplo para liberación de los pueblos. Los niveles de pobreza extrema de su población son comparables a los de Venezuela. El antiguo concepto de soberanía ha quedado obsoleto ya que estamos luchando contra corporaciones criminales, multinacionales que operan financiadas por el narcotráfico: producción de hojas de coca en Bolivia, producción de cocaína en Colombia, distribución de carteles en Venezuela, Honduras y México. Todo es fríamente organizado desde la casa matriz del horror que sería la Habana, Cuba. Mientras no derroquemos a la revolución cubana será difícil que logremos derrocar a sus países satélites.